miércoles, 7 de enero de 2009

El biólogo que encontró a los ángeles en el Polo Sur

Ya todos conocemos a los algidus, por fotos, videos y hasta dos que ya se pueda ver en el zoológico de Nueva York. Pero es poco lo que se sabe sobre su descubridor, Antonio Prodidi, quien para encontrar a tan magníficas criaturas ha debido pasar unas aventuras increíbles. Las mismas se relatan por fin en el libro La búsqueda del frío, de la editorial Golwen.

Esta biografía del famoso biólogo fue escrita por Cecilia Anquiro, quien pasó seis días enteros conversando con Prodidi en su casa de retiro en Ushuaia.

Prodidi era un joven de apenas veinticinco años cuando decidió abandonar la cómoda casa de clase media de los padres en su Chubut natal. Es originario de Argentina, a pesar que ahora es un hombre del mundo.

Su primer viaje como flamante biólogo, fue al corazón del Congo. Allí pasó innumerables aventuras que se relatan en el primer capítulo de este libro. En los dos capítulos siguientes se cuentan los viajes por Finlandia y Canadá y el estudio de seis años en el Amazonas.

Pero sin duda lo que más interesa para esta reseña, son los tres capítulos siguientes, en los que se relata la odisea de la Antártida, donde descubriría a los algidus.

En el capítulo se puede leer lo que le costó a Prodidi adaptarse al frío extremo de la Antártida. Allí nos enteramos con lujo de detalles cómo era la vida en una estación científica del continente blanco. En el capítulo cinco finalmente nos encontramos con las expediciones que Prodidi realizó con su maestro el geólogo y biólogo italiano Camilo Edoceo.

Lo más interesante, sin duda es el capítulo final, que casi abarca un tercio del libro. Allí Anquiro se despacha dando a conocer por primera vez todas las obras en que Prodidi se basó para sospechar la existencia de los algidus. Luego podemos disfrutar, en una prosa excelsa, del viaje en solitario de Prodidi hacia el Polo Sur.

Pero la perla del volumen es el relato de Prodidi, que Anquiro cita textualmente, sobre el encuentro con los algidus. Gracias a un permiso de la editorial Golwen, citaremos aquí algunos extractos:

“…El sufrimiento por el frío había sido tal, que me resultaba increíble lo que experimentaba en aquel momento. Estaba a unos 600 metros del Polo Sur geográfico, tan sólo a 1,2 kilómetros de donde Scott perdió la vida intentando llegar al polo. El viento se había detenido por completo, y sobre mi cabeza no había nubes. Se podría decir que había entrado en un círculo dentro del cual no nevaba, no soplaba el viento, y siempre daba el sol. Fuera del círculo estaba nublado, y el viento huracanado movía los copos de nieve en una danza frenética.

[…]

“El primero que vi fue una cría, por lo que creí erróneamente que tendrían una estatura mínima. Pero luego de seguir a la cría durante un buen rato, pude ver la primera colonia de algidus. Eran tan bellos que no podía creer lo que veía. Ese pelaje dorado era increíble…

[…]

“Me aceptaron sin más. En un principio, hicieron de cuenta que yo no estaba. Pero luego algunas de las hembras frotaban el pelaje de sus partes traseras contra mis piernas. Incluso llegaron a ofrecerme hielo para que coma. A los machos les llevó más tiempo aceptarme.

[…]

“En el sexto día la hembra líder de esa primera colonia, insistió en que la siguiese. Me llevó a otra colonia mayor, que luego descubrí que era como la cabeza del territorio. Pero mi mayor sorpresa fue cuando descubrí que estos pequeños y angelicales seres tenían tecnología lítica.

“Gracias a esas ingeniosas herramientas cavaban pozos profundos en el hielo, y allí fue que descubrí cómo se alimentaban los algidus. Había llegado a pensar que se nutrían del aire únicamente, pero terminé descubriendo que los algidus son animales vegetales.

“Así me di cuenta por qué a veces pasaban largas horas recostados sobre el hielo tomando sol. Para poder realizar la fotosíntesis, de una forma similar a la Elysia chlorotica. Pero en este caso, lo extremadamente original es que los nutrientes necesarios los toman del hielo, casi sin minerales. Me di cuenta que con beber, respirar y tomar sol los algidus ya no necesitan nada más.”

Es imperdible este libro, no sólo para cualquier estudiante de biología, sino para quien guste de una buena aventura, y más de una famosa. Algo interesante es que la misma editorial ha reeditado en formato de bolsillo el clásico Del hielo vivimos, en el que Prodidi describe de forma amena, para un público general, la sociedad y la biología de los algidus.

(El autor real de esta ficción es Martín Cagliani)

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